RAQUETAS DE NIEVE

Raquetas de nieve1

 Las raquetas de nieve son un artilugio que ha sido usado durante milenios para desplazarse en zonas donde la nieve cubre el terreno durante meses. Con la nieve blanda, las raquetas facilitan y posibilitan caminar sin esfuerzos excesivos. Hay distintas empresas de turismo de nieve y naturaleza que ofertan este tipo de rutas (existen de distinto grado de dificultad) destinadas a grupos y familias. Ofrecen numerosas posibilidades para disfrutar de la montaña, una de ellas y la más aconsejable para pasar un día al aire libre y hacer algo de deporte es la práctica de senderismo sobre raquetas de nieve. Un deporte apto para personas de todas las edades y muy práctico para quienes no saben o no les apetece calzarse los esquís.

 La aparición en el mercado de raquetas de un concepto moderno, de longitud reducida y de materiales sintéticos que evita los zuecos, ha permitido pensar en travesías alpinas. La montaña invernal ya no está solamente reservada a los esquiadores de montaña o a los de fondo, por lo tanto se vuelve asequible a los montañeros no esquiadores que no quieren limitar su actividad a la estación de verano. Pero no nos engañemos. La aparente facilidad de uso de las raquetas no nos debe hacer olvidar que nos movemos en un medio de riesgo.

El material

Hoy en día hay varios tipos de raquetas disponibles, con distintos modelos de fijación. Cada uno corresponde a un determinado tipo de uso.

Es importante acertar en la elección del material para encontrarse a gusto en el tipo de actividad que queremos practicar. Si es inútil andar sobrecargado de equipaje, también puede ser arriesgado no ir bastante equipado.

Para el paseo en terreno llano o poco accidentado, podemos equiparnos con raquetas cuya fijación esté constituida por una especie de zapatilla de caucho que aprisiona la parte de delante del calzado y lo mantiene en su sitio gracias a una correa atrás. La falta de rigidez de esta fijación limita su uso a los terrenos fáciles. Así equipado, el paseante va a poder redescubrir las rutas cerradas en invierno, las pistas forestales, los caminos de pasto en la montaña y las cumbres onduladas. Evitará evidentemente las pistas de fondo ya que su rastro las deterioraría.

Para ir alto, lejos y caminar durante mucho tiempo, hacen falta raquetas de travesía. Están equipadas de fijaciones rígidas que basculan libremente hacia delante para hacer más confortable la marcha. El zapato, de cuero o de plástico (preferentemente), se fija con unas correas o con un sistema automático que se parece al de los crampones de calzado rápido. Debemos asegurarnos de que el sistema de fijación encaje fuertemente el zapato en su sitio. En caso contrario, corremos el riesgo de formar una acumulación de nieve debajo del zapato, que terminará entonces saliéndose de la fijación. La situación es penosa y molesta si se repite a menudo durante una travesía. Cuando el pie no se tuerce en todos los sentidos, los apoyos son relativamente firmes y precisos. Teniendo en cuenta el peso de la mochila y las distintas calidades de nieve que se encuentran, es importante tener una buena fuerza de agarre. Las personas un poco pesadas deberán escoger más bien raquetas de gran tamaño. Igual de importante es la elección de una raqueta de cabezal levantado. El confort del raquetista depende mucho de ello en las bajadas.


Un perfil así permite evitar una caída y un tropiezo en la nieve. La forma general de la misma tiene también su importancia. El recorte debe limitar el recurrir a caminar "como un pato".
Cuando se atraviesa una pendiente dura, se aprecia una raqueta con un borde interno rectilíneo, ya que ofrece una superficie de asiento y unos apoyos más seguros que una raqueta con un borde interno curvo. Este detalle, secundario en un terreno poco accidentado o en una subida frente a la pendiente, se vuelve primordial para los que practican en unos terrenos más alpinos. 
Atravesar una pendiente abrupta constituye a menudo el episodio más delicado en una travesía con raquetas, y es preferible afrontarla en unas condiciones de seguridad convenientes con un material adecuado. Estas se agarran bien en las pendientes un poco fuertes, y unos crampones metálicos bajo el armazón permiten aguantar en nieves con costra o heladas. Los crampones laterales aseguran un buen aguante en subidas y travesía. Los crampones frontales se pueden utilizar como las puntas de delante de los crampones clásicos, para afrontar directamente una pendiente abrupta.
Este equipo más perfeccionado permite entonces pensar en itinerarios más alpinos, con unas pendientes abruptas y tramos más escarpados.

 

El equipo


El par de bastones de esquí no es algo superfluo. Es un accesorio indispensable para equilibrar la marcha, tanto a la subida como en la bajada. Inevitablemente, el hecho de caminar proyecta a cada paso cierta cantidad de nieve contra las pantorrillas. Más vale llevar polainas altas si no queremos dejarnos impregnar por una humedad heladora poco agradable.
Estos dos accesorios son útiles, siempre que emprendamos una travesía un poco alpina o que nos contentemos con un simple paseo en el bosque.

El contenido de la mochila está directamente en función del tipo de travesía contemplada. Se le debe conceder una atención especial en el caso de una salida en alta o media montaña. La seguridad, el confort y en algunos casos, el éxito de la carrera depende de esto. Hace falta entonces ser autónomo, estar listo para hacer frente a los imprevistos meteorológicos, saber adaptarse a los distintos tipos de terreno manteniendo la forma física durante toda la carrera. Botiquín, alimentación, cantimplora, pequeño material de reparación, manta de supervivencia y a veces se debe llevar cuerda, piolet y crampones.
La ropa caliente es indispensable. Es práctico llevar varias capas de ropa que se pueden superponer si hace falta, en función de la temperatura exterior y del esfuerzo realizado. Una chaqueta impermeable, un gorro, unos guantes y gafas de sol completarán el atuendo.

 

La técnica

No se necesita una técnica muy elaborada para hacer raquetismo. Un buen paso de montañero, un par de bastones de esquí para equilibrar la marcha y unas raquetas bien elegidas permiten ir casi a cualquier parte. No obstante es cierto que en función de su longitud, las raquetas obligan al deportista a modificar algo su ritmo habitual de marcha. El paso se vuelve más lento y más largo, para evitar los tropiezos con las raquetas, las pérdidas de equilibrio y el cansancio inútil que resulta de ello. Tampoco hay que olvidar que a cada paso se levanta a la vez una raqueta y cierta cantidad de nieve. Pero es más una costumbre que hay que adquirir que un gesto real muy técnico.
En cambio se necesitará un poco de técnica para sortear correctamente las travesías, el pie de atrás ligeramente girado en el sentido de la pendiente con un apoyo claro sobre toda la superficie de la raqueta, mientras que el pie de delante está en la dirección de la marcha. También hay que aprender a subir en escalera sobre los crampones de delante sin posarla toda, cuando se progresa sobre una pendiente sostenida. Hay que saber negociar un viraje durante un caminar en zigzag, combinando las dos técnicas precedentes.
Más allá de cierta pendiente y una determinada dureza de la nieve, crampones y piolets sustituirán con ventaja a las raquetas y los bastones de esquí.

 

La seguridad


 

Si las raquetas abren hoy en día a los no esquiadores el acceso a la montaña nevada, no les autorizan a ignorar algunas reglas elementales dé seguridad. Practicar raquetismo, es otra manera de caminar, pero no debemos olvidar la presencia de la nieve. El alud no distingue entre el esquiador y el caminante con raquetas. La consulta meteorológica y del parte de información nivológica, la elección de un itinerario adaptado en función de la estación y de la orientación, un equipamiento completo y a punco es obligatorio en cualquier circunstancia. Se debe sistemáticamente llevar el ARVA y es indispensable conocer su manejo a la perfección.

Las raquetas no reivindican la perfección. Si son ligeras y manejables en la subida, no se deslizan en absoluto a la bajada. Sobre un itinerario dado, estaremos generalmente de vuelta más tarde que un esquiador. Esta evidencia se debe considerar al hacer el cálculo de los horarios, si no queremos encontrarnos una pendiente de nieve que podría haberse vuelto peligrosa. Finalmente, hay que saber no insistir: en algunos casos hay que tener el valor de dar media vuelta.

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